El Hambre y la Saciedad en los TCA
Las personas que atraviesan por un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) sufren diversas alteraciones del mecanismo de regulación del hambre y la saciedad, por lo que atender a estas señales resulta especialmente difícil y frustrante.
En el artículo de hoy vamos a conocer mejor cómo se regulan estas sensaciones y las alteraciones que se producen en los distintos TCA, así como las principales estrategias de manejo que se trabajan durante el tratamiento.
Mecanismos de regulación del hambre y la saciedad
Para entender mejor estos mecanismos vamos a imaginar que nuestro cuerpo es como una casa con un termostato que regula la temperatura y la va ajustando a lo largo del día: cuando la casa está fría, el termostato se enciende para producir calor hasta que se alcanza una temperatura agradable, y entonces el termostato se apaga mientras la temperatura se mantenga en ese rango estable.
Nuestro cuerpo se comporta igual que este termostato para regular las sensaciones de hambre y saciedad: cuando necesitamos energía y nutrientes, el cuerpo produce señales de hambre, y cuando comemos y obtenemos suficiente energía, estas señales de hambre se inhiben.
El hambre y la saciedad se regulan principalmente en el hipotálamo, una región del cerebro que se encarga de la regulación de la ingesta de alimentos, entre muchas otras funciones. En el hipotálamo se producen diversas hormonas que actúan como mensajeros entre el cuerpo y el cerebro, siendo las más relevantes la grelina y la leptina. Veamos cómo funcionan:
- Grelina: Es el mensajero del hambre. Se comporta como un termostato: cuando la temperatura es baja, manda la señal para que se produzca más calor. En este caso, la grelina se produce cuando el cuerpo necesita nutrientes, mandando la señal al cerebro para que se estimule el hambre.
- Leptina: Es el mensajero de la saciedad. Actúa al contrario que la grelina, cuando el termostato alcanza la temperatura deseada, deja de mandar la señal para que siga produciendo calor y se mantenga, es decir, la leptina se produce tras la ingesta de alimentos y envía la señal al cerebro de que ya hay suficiente energía, inhibiendo la señal de hambre.
Ambas hormonas se regulan mutuamente para mantenerse en continuo equilibrio. Además de la grelina y la leptina, el circuito hambre-saciedad depende de muchas otras hormonas, como la insulina.
Alteraciones en los Trastornos de Conducta Alimentaria
Las personas somos capaces de regular la ingesta acorde a nuestras necesidades cuando este sistema funciona adecuadamente. Pero, ¿qué pasa en el contexto de un TCA cuando la persona no siente el hambre o no se siente saciada nunca? En este caso, el termostato está roto y no puede regular bien la temperatura, es decir, se desajusta el sistema de regulación del hambre y la saciedad provocando alteraciones en la ingesta de alimentos que afectan negativamente a la salud de la persona que lo sufre. Estas alteraciones dependen del tipo de TCA que se presente, según sea un TCA de tipo restrictivo (caracterizado por una disminución de la ingesta y un estado de desnutrición) o un TCA con atracones (caracterizado por la presencia de atracones sin desnutrición).
En el caso de TCA de tipo restrictivo (anorexia nerviosa o bulimia nerviosa que cursa con desnutrición), el cuerpo activa un mecanismo adaptativo para contrarrestar la desnutrición: aumenta la grelina (el mensajero del hambre) y disminuye la leptina (el mensajero de la saciedad), es decir, el termostato detecta que la temperatura es baja y trata de producir calor.
Sin embargo, nos encontramos con que a las personas con TCA restrictivo les ocurre más bien lo contrario, que no sienten la sensación de hambre y reducen más la ingesta. Esto se debe a otras alteraciones que se producen, como son el aumento del cortisol (la “hormona del estrés”, que tiene un efecto saciante) y una sensación de saciedad precoz debido al enlentecimiento del proceso de digestión, además de otras alteraciones hormonales también implicadas en este proceso. Como consecuencia, el hambre se inhibe y la restricción se refuerza.
Por otro lado, cuando hablamos de TCA con atracones (bulimia nerviosa sin desnutrición o trastorno por atracón), se produce la adaptación en sentido contrario: aumenta la leptina y disminuye la grelina con el objetivo de disminuir la sensación de hambre y evitar la sobreingesta.
En estos casos lo que suele ocurrir es que, a pesar de que aumenta la leptina, no puede ejercer su efecto saciante, lo que se conoce como resistencia a la leptina. Para entenderlo mejor, vamos a imaginar que necesitamos abrir una puerta con una llave que no funciona para esa cerradura, por lo que por más que hagamos copias de la misma llave no conseguiremos abrir la puerta; esto es lo que ocurre con la leptina, que el cuerpo aumenta su producción pero no puede actuar.
Además de estas alteraciones, también influye la sensación de saciedad retardada como consecuencia de la adaptación gástrica a los atracones (ya que el estómago se dilata más para poder asumir grandes cantidades de comida y eso hace que las ingestas regulares no generen tanta saciedad).
Estrategias de manejo del hambre y saciedad durante el tratamiento
Al inicio del tratamiento de un TCA, dada la desregulación del sistema de hambre-saciedad, se recomienda instaurar una estructura de ingestas regular a lo largo del día (normalmente 5 ingestas diarias) con horarios regulares, lo cual permite que la persona alcance una renutrición óptima y consiga regular sus sensaciones corporales lo antes posible.
También se trabajan las cantidades que la persona debe ingerir teniendo en cuenta la desregulación presente: si la persona presenta un TCA restrictivo y no siente el hambre, las cantidades se van aumentando progresivamente hasta que pueda tolerar lo que realmente necesita, mientras que si la persona presenta un TCA con atracones y siente mucha hambre, se pautarán cantidades mayores en un inicio para favorecer mayor sensación de saciedad y reducir así la probabilidad de que aparezcan atracones.
La terapeuta guiará a la paciente en todo el proceso para poder recuperar estas sensaciones y aprender a responder a ellas de una forma sana.
A medida que avanza la renutrición y la terapia psico-nutricional, la paciente va trabajando sus miedos y creencias irracionales ante la comida y el síntoma se estabiliza, se podrá trabajar la conexión con las señales de hambre y saciedad y cómo regular las ingestas en función de estas sensaciones, aprendiendo a flexibilizar y comer de forma más consciente.
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