Tratamiento de TCA y Trastorno Límite de Personalidad

En el ámbito de la salud mental, es frecuente encontrar diagnósticos que no se presentan de forma aislada.
Uno de los casos más estudiados es la co xistencia de un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) y un Trastorno Límite de la Personalidad (TLP).

Esta comorbilidad no solo incrementa el sufrimiento del paciente, sino que también plantea retos importantes en el abordaje terapéutico.

¿Qué es el Trastorno límite de la Personalidad?

Según el DSM-V-TR el trastorno límite de la personalidad se define como un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y los afectos, así como por una impulsividad marcada, que comienza en la adultez temprana y se presenta en diversos contextos.

Algunos de los síntomas característicos de los Trastornos límites de la personalidad son:

  • Miedo intenso al abandono real o imaginario.
  • Impulsividad en diversas áreas de su vida.
  • Relaciones interpersonales inestables e intensas.
  • Comportamientos, intentos o amenazas de suicidio.
  • Sentimientos crónicos de vario.
  • Ira inapropiada o intensa.

Relación entre TCAs y Trastornos de personalidad

La conexión entre los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y los trastornos de la personalidad (TP) es difícil de delimitar, ya que las características de la personalidad pueden funcionar como un factor de riesgo, surgir como resultado del TCA o manifestarse como un trastorno aparte.

Diversos estudios como el de Sansone (2011) han mostrado que existe una alta comorbilidad entre los TCA y el TLP.

Se estima que entre el 20% y el 35% de las personas con un TCA cumplen también criterios diagnósticos para el Trastorno Límite de la Personalidad, siendo esta prevalencia aún mayor en pacientes con conductas purgativas o impulsivas como la Bulimia Nerviosa, la Anorexia Nerviosa purgativa o el Trastorno por Atracón.

Por otro lado, más del 50% de las personas con TLP han presentado en algún momento de su vida un trastorno alimentario.

Esta relación no es casual, sino que responde a una serie de factores compartidos.

Factores comunes entre el Trastorno de Conducta Alimentaria y el Trastorno Límite de personalidad

  1. Dificultades en la regulación emocional. Una de las características centrales en ambos trastornos es la dificultad para regular las emociones intensas. Las conductas alimentarias desadaptativas (vómitos o atracones) pueden funcionar como método para regularse, al igual que las conductas autolesivas en TLP.
  2. Impulsividad. Juega un papel clave en los dos trastornos. Las decisiones rápidas, impulsivas, sin valorar las consecuencias, pueden llevar a conductas alimentarias extremas, abuso de sustancias o conductas sexuales de riesgo.
  3. Experiencias traumáticas en la infancia. El historial de trauma (abuso físico o emocional, negligencia o ambiente familiar inestable) es frecuente en ambos diagnósticos. Estas vivencias pueden influir en el desarrollo de patrones inseguros, dificultad para confiar y habilidades de afrontamiento desadaptativas.
  4. Alteración en la autoimagen y en la identidad. La imagen corporal distorsionada y la baja autoestima también son factores centrales. Ambos se relacionan con una identidad confusa y fragmentada.

La Terapia Dialéctica Conductual, el tratamiento más común

La Terapia Dialéctica Conductual (DBT) de Marsha Linehan es una de las intervenciones más eficaces para el Trastorno Límite de la Personalidad y también se ha adaptado con buenos resultados para el tratamiento de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), especialmente cuando hay comorbilidad.

Esta terapia se basa en un enfoque integrador, basado en la conducta, el mindfulness y la aceptación y poniendo el foco en la regulación emocional, reducción de conductas impulsivas y autodestructivas y la construcción de una vida que tenga sentido.

La Terapia Dialéctica Conductual se estructura en cuatro módulos de habilidades que se pueden aplicar de forma integrada:

  • Mindfulness: aprender a observar y aceptar pensamientos, emociones y sensaciones corporales sin juzgarlas.
  • Tolerancia al malestar: estrategias para afrontar crisis sin recurrir a conductas autodestructivas como el atracón, vómito o autolesión.
  • Regulación emocional: identificar, comprender y regular las emociones que subyacen a los patrones alimentarios disfuncionales.
  • Efectividad interpersonal: fortalecer las habilidades sociales, establecer límites y mejorar relaciones, clave para pacientes con ambos diagnósticos que disponen de relaciones inestables o que se aíslan.

En conclusión, el abordaje de estos pacientes requiere un enfoque integral que contemple tanto las dimensiones emocionales como conductuales implicadas.

Resulta esencial ofrecer herramientas para la regulación emocional, gestión de crisis, fortalecimiento de la identidad y mejora de las relaciones interpersonales.

La intervención debe ser individualizada, prolongada en el tiempo y llevada a cabo de manera multidisciplinar.

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Andrea Cambra
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